lunes, 12 de enero de 2009

La chica de México

     Ella es un chica alta, muy extravagante, muy bella, pero, metida por  completo en este mundo del Hi5, el Facebook , además de tener un blog. Bueno, no digo que sea malo este mundo tecnológico.

Su nombre es Giselle, es mexicana. Nos conocimos en un paseo por el Cuzco. Ella tropezó conmigo de repente en la entrada. Yo llegue caminando, después de una larga y difícil travesía; ella lo hizo en tren. Los dos caminábamos sin rumbo. Ella se adelantó a disculparse, y yo sin queja alguna me quedé imprevisto y  un poco anonadado, por la mujer con la que tropecé: era bellísima, muy bella. La había visto vagamente hace dos días en Oyataytampu, lugar en donde parte el tren hacia la Ciudadela Inca de Machu Picchu , pero no le tomé mucho interés, tampoco pensé encontrarla, ni mucho menos de esta manera. Tartamudeando respondí a sus disculpas: La culpa fue mía, disculpe usted, más bien. No tardamos en presentarnos. Le pregunté cuantos años tenía, ella me respondió: ¿cuántos años me pones tú? Bueno, me demoré en responder, ya que no sabía que decirle, tal vez falle en cuanto a mi suposición. Le indiqué, 18. Ella sacó sus ojos muy afuera de lo normal. Pensé lo peor. Empezó a reír tan fuerte, que por un momento fuimos el centro de la atención. Yo también reí fingidamente. Cuando estuvo más calmada, le dije: pero ¿por qué te ríes? Ella me explicó con unas lágrimas en los ojos de tanto reír:   Es que gracias a tí, tengo menos edad, me siento feliz, gracias amigo, se acercó a mí y estampó un beso con sus labios rojos bien dibujados, en mi boca. Yo quedé lo más desvanecido posible.

Nos encontrábamos por la piedra de los 12 ángulos. Giselle me llevaba de la mano ( a pesar del calor y el nerviocismo que hacía que sudacen mis manos); de repente me tumbó de espalda contra la piedra, y me ofreció hacer algo fuera de lo normal. La chica me siguió sorprendiendo. Yo, una vez más anonadado, no supe que decirle y ella asumió por positiva mi respuesta.

Empezó por acariciarme el cabello y a besarme. Yo no hacía nada, cualquier otro hombre apetitoso de belleza femenina, hubiese hecho lo contrario. Ella cumplía el papel principal, yo un desentendido.

La verdad yo no había llegado al Cusco con esas intenciones. Yo amaba a otra persona, no concretamos el idilio, porque justamente cuando decidí confesarle lo que sentía, ella ya se encontraba a unas horas de viajar a su tierra. Yo no dije más, y me aseguró que ella no era muy creyente de las relaciones a distancia, desechando por completo mis intenciones.

Giselle seguía besándome, yo de un momento a otro (creo yo, reaccionando  mas por el amor que sentía por la mujer amada),  la empuje hacia atrás. Por un instante creí haber hecho mal, y le pedí disculpas. Ella me respondió: no, no te preocupes. Su cabello rubio estaba desordenado, acerqué mi mano para arreglárselo. Ella me cogió la mano y me preguntó, por qué no quería besarla. Le empecé a explicar…

Después de que la puse al tanto de lo que sucedía en mí, me recomendó perderme con ella. Yo no di por asumida su consejo, le dije que no. Ella segura de sí misma: no te preocupes, pronto te olvidaras de ella y me vas a empezar a querer. Le dije: no sé, cual sea tu forma de pensar, pero considero que deberíamos seguir caminos diferentes. Ella, con su acento mexicano: no, no pienses eso, me caes bien y quiero algo serio contigo. Le respondí inmediatamente, esta vez sin titubear: yo solo he venido al Cusco a  conocer, más no, a tener alguna relación con otra mujer.  Sin menospreciar mi respuesta, me dijo: Me estoy enamorando más de tí. Sentía que sus palabras atravesaban mi pecho. Le recomendé que no perdamos mas el tiempo en este asunto y sigamos conociéndonos durante el recorrido.

Ya por la noche, nos encontrábamos en un bar de la ciudad, bebiendo uno que otro trago, caro. 

Esta es la primera parte. Lo continuaré en una próxima publicación y si les llega interesar bastante, no desesperen.

Atte

Enrique chaz

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