viernes, 20 de marzo de 2009

La amada ausente - "Para Elisa" de Bethoven


Estoy solo en mi cuarto. Todo está en silencio. Oigo pasos que se alejan tras la puerta del pasillo de mi habitación, es mi hermano, puedo reconococer el sonido que da sus pasos al andar. Camino hacia la mesita en donde se encuentra el tocadiscos antiguo, hace mucho que no lo encendía.  Reviso en el coleccionador y cojo cualquier  disco de vinilo y me propongo a ponerlo en el reproductor, lo saco de su protector, alzo la manecilla y coloco el disco y la reproduzco.

Empiezo a escuchar apasionadamente las primeras notas, producto de quizá de la amante ausente, la canción “Para Elisa” del gran Beethoven.

Cada nota que suena entre dulces y  melancólicos golpes sentenciosos, son un latido mas ganado, dejando atrás cada segundo muerto. Doy media vuelta y caminando pensativo me acerco hacia mí escritorio, siento las ganas de querer escribir, cojo una pluma y un papel, y empiezo:

Amada ausente, hoy que te amo con tanto esmero, mi corazón se acelera, tan rápido que creo a punto de estallar como un volcán.  Hoy que te siento tan ausente, tan fuera de mí; creo amarte más, creo sentir tus besos, tus labios frescos, tus aires respirar, sentir tus pechos junto al mío; siento que acaricias mi cabellera con tantas ganas, con esas  tus manos suaves y lentas, y yo me siento tan extraño porque por primera vez en tan romántica escena de escuchar cada nota que se van con los segundos que son ahora del pasado de esta canción que oigo, te he sentido tan cerca de mí, tan dueña  de mi; nos hemos sentido derrotados, tan presentes,  tan amados, y de pronto el ritmo es otro, nos sentimos envueltos por las notas, nos hemos sentido un solo cuerpo.

Y volvemos a dejarnos llevar por los primeros ritmos que siguen en esta canción. Por momentos todo pasa rápido, para dejarnos llevar lentamente, y volver a decirnos al oído te amo. Dejo caer por un momento la pluma y creo tocar tu rostro, tus cabellos rubios, tu frágil nariz, rozar tus pupilas, dibujar por completo tu rostro con mis manos. Pero triste final, todo se va desvaneciendo de pronto. La canción da su último latido expresado en el piano del gran Beethoven  y  todo se borra en un santiamén, todo muere de golpe, y soy yo, solamente yo, como el derrumbe de una montaña de nieve escuchando a Beethoven  y con  la amada ausente.

Enrique chaz

No hay comentarios: